SWEET DANCE

SEVILLANAS

Uno de los bailes españoles más conocidos y apreciados en nuestro país gracias a la fantasía de sus figuras y a los colores de sus vestidos tradicionales, a la pasión de sus bailarines y a la atmósfera sensual que recrea, velada por una dulce nostalgia.

Las sevillanas nacieron en Sevilla y entraron a formar parte del folclore andaluz, convirtiéndose prácticamente en su bandera. Aprender a bailar sevillanas significa sumergirse en la historia y tradiciones de un pueblo romántico, apasionado y de fuerza arrolladora. La música y el baile de las sevillanas tienen su origen en las seguidillas.

En un principio se denominaban seguidillas sevillanas, en el siglo XIX su adjetivo se sustantivó y comenzaron a llamarse simplemente “sevillanas”.

A mediados de dicho siglo debían ya de gozar de cierto esplendor y una gran popularidad, pues los viajeros extranjeros que visitaban nuestro país en aquel tiempo ya hablaban de ellas con familiaridad.

Los llamados bailes de candil (que tenían lugar en humildes tabernas, botillerías o casas de aspecto modesto y denominados de este modo porque su alumbrado era deficiente, ya que a veces constaban de un solo candil), las fiestas y romerías y las academias o salones de baile fueron sus principales escenarios.

Por regla general, la música de las sevillanas se escribe en compás de 3/4. No se excluye que sea únicamente instrumental, pero lo más frecuente es que una o varias voces ejecuten la melodía. El acompañamiento se realiza con los más variados instrumentos, sobre todo más recientemente, cuando se han incorporado a su ejecución los conjuntos de músicos más dispares.

Tradicionalmente la guitarra era la protagonista del acompañamiento, y sigue siéndolo. Las castañuelas y la pandereta, en cambio, están perdiendo gran parte del relevante papel que tuvieron en otros tiempos. Las palmas marcan los tiempos y los contratiempos.

En el Rocío suelen escucharse también sevillanas interpretadas “con pico y tamboril”, es decir, con una pequeña flauta de pico, de tres agujeros, semejante al chistu vasco, que el ejecutante maneja con una mano mientras con la otra va marcando el ritmo sobre el tamboril que lleva en bandolera.

 

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